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lunes, 4 de mayo de 2015

Ludópatas

         La Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados  ha hecho públicos unos datos muy significativos. Al comienzo de este último periodo de ruina estructural que el capitalismo provoca de forma cíclica, la mayor parte de las personas que solicitaban ayuda para escapar de la ludopatía eran varones de entre treinta  y treinta y cinco años. Durante la crisis el perfil del solicitante de ayuda ha cambiado de forma drástica. Se trata de varones, de entre dieciocho y veinticinco años.
            Sin duda hay razones para este cambio de clientela.
            Afecta al colectivo más frágil y más indefenso ante la crisis. Es el segmento más castigado en las perspectivas laborales y, también, en general,  el más desguarnecido y el más expuesto a soportar de por vida las consecuencias de este vaivén venenoso que la especulación depravada ha echado sobre buena parte de la población.
            Cuando la realidad no ofrece demasiadas esperanzas, el individuo coloca sus magras expectativas en el azar, en un golpe de suerte. A fin de cuentas, ¿en qué consiste el chiringuito donde se amasan las fortunas inmorales? ¿Qué es la Bolsa sino un casino gigantesco donde ludópatas insomnes juegan con nuestras vidas cada día?
            Y las reglas del juego avivan este fuego sin regulación alguna.
             Las casa de apuestas on line han hecho de cada retransmisión deportiva – y es tanto como decir de cada minuto del día-, su cancha predilecta. Los comentaristas nos animan a apostar en el momento, nos informan sobre la modalidad y el valor de las apuestas con absoluta precisión. Uno diría que la retransmisión deportiva es solo el pretexto imprescindible, porque el objetivo verdadero es lograr que el personal apueste.
            El mensaje resulta tentador para los desavisados: apueste y gane, nos repiten, como si la ganancia fuera cosa hecha. Las casas de apuesta te reciben con regalos para que juegues la primera vez sin arriesgar tu dinero. Incluso te devuelven la primera cantidad apostada si la pierdes.
            Y luego está la utilización de iconos irresistibles, especialmente para los más jóvenes: estrellas del deporte, ganadores habituales en sus competiciones a los que la necesidad de referentes de esta sociedad vacía de verdaderos valores ha convertido también en modelo de virtudes: constancia, honestidad, respeto a las reglas, esfuerzo, y sobre todo, ¡triunfadores!. Desde su pedestal mediático, ellos te animan a jugar.
            Se trata de que el anzuelo, como se cuenta que sucede en la pesca de la anguila, entre bien hondo.
            Luego vendrán las consecuencias destructivas que muchos de los entrevistados reconocen: la dependencia, la obsesión, la vida quemada en mil intentos vanos de recuperar lo que has perdido, la soledad definitiva cuando la ludopatía te convierte en insociable,  las deudas acumuladas y la ruina.
            Sin embargo, y a pesar de los riesgos visibles y denunciados con frecuencia, esa publicidad no se regula.
            Quizás porque el primer interesado en mantener  saludable la ludopatía de este país en ruinas es el propio Estado.


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