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jueves, 10 de abril de 2014

Corrala La Utopía

          Me gusta el nombre por lo que tiene de colectivo y por lo que tiene de esperanza. Ambos juntos conforman ya una especie de bandera, un modelo de resistencia ciudadana a las consecuencias de este saqueo programado, lento, legal y bendecido por el parlamento, que hemos dado en llamar crisis.
            Han sido desahuciados, mandato judicial por medio. Y algunos, por segunda o por tercera vez. Curiosamente cuando menos lo esperaban. Rajoy debe creer que un país que ya ha salido de la crisis no puede permitirse ocupas ilegales en los pisos sin uso, propiedad de la banca. Eso desdice mucho de la marca España. Y ha puesto a su delegada de gobierno en el asunto, con el encargo de corregir de urgencia  ese problema que socava los pilares del Estado, el modélico sistema financiero español, y la confianza de los inversores extranjeros.
            Casualmente Andalucía aprobó en su día una ley relativa a la utilidad social de la vivienda; pretendía evitar que la Banca acumule viviendas vacías en un momento en que muchas familias carecen de ella, carecen de trabajo  para poder comprarla, o la han perdido por no poder hacer frente a la hipoteca. El gobierno del Partido Popular ha presentado recurso en el tribunal Constitucional contra esta Ley andaluza, que seguramente le parecerá un atentado  contra la Constitución. Y casualmente hace escasos días, La Junta de Andalucía ha abierto expediente a varios bancos que no  respetan esa ley andaluza.
            No creo en el azar. Este desahucio inesperado es la respuesta de la Banca y de sus aliados de la madrileña calle Génova a ese expediente. Cuando los poderosos desenvainan las espadas, es la cabeza de los desheredados la que rueda por la arena del anfiteatro.
            Causa rubor el cinismo de Rajoy, cuando ayer en el Parlamento desautorizaba a Rubalcaba, el líder del grupo mayoritario de la oposición, no lo olvidemos,  para hablar de la crisis, una creación del gobierno anterior sin duda alguna, de consecuencias nefastas para media humanidad. Ojalá.
            750.000 millones de euros han debido inyectar hasta ahora los gobiernos europeos en un sistema financiero corrompido, gestionado por irresponsables, cuando no por delincuentes. Y ese dinero que ha ido a tapar sus desajustes, sus inversiones sin sentido y los latrocinios a los ahorros ciudadanos, se ha dejado de usar para atender los derechos ciudadanos, las inversiones públicas y el empleo. Las consecuencias las conoce cualquiera. Un tercio de la población europea bordea los límites de la pobreza. Sobran pobres y el nacionalismo comienza a demandar que se recuperen las fronteras. La misma idea de la Europa común se ha desgajado.
            Y por seguir hablando de la banca, mientras, a miles de kilómetros de ese islote de resistencia ciudadana que conocemos como Corrala la Utopía, en  Washington, un famoso grupo de diseño de ruinas a medida, el FMI, ha presentado su colección “prêt à porter” de primavera.
            No abundaré en ellas. Baste saber que esa sibila del capitalismo sin fronteras, la señora Lagardere, ha anunciado que el sistema financiero europeo aun necesita 800.000 millones de euros y que precisará ayuda pública en muchos países. Y se ha referido especialmente a España como uno de esos sistemas financieros más inestables por inversiones de difícil recuperación
            Ayuda pública. O sea, nuestra ayuda involuntaria mediante el saqueo de nuestros derechos, ejercido por los delegados políticos de la Banca que se sientan en los bancos azules del parlamento, el reservado a los miembros del gobierno.
            Tendrán que aparecer todavía muchas Corralas La Utopía, porque la legión de desheredados no hace otra cosa que crecer. El sistema capitalista camina hacia el colapso. Y sus medidas no sólo son extremadamente injustas, sino también inútiles. Un día, cuando la rapiña ejercida por los privilegiados, cuando la distribución desigual de la riqueza, nos haya convertido a casi todos en ocupas del mundo, quizás decidamos que el dinero carece de poder.
            Ese día incendiaremos los templos donde sus adoradores sin conciencia se entregan a su culto sangriento, destruiremos la piedra de sus altares donde sacrifican cada día la dignidad humana como una víctima propiciatoria que multiplica el beneficio y expulsaremos de nuestro mundo, a latigazos si es preciso, desnudos y desprovistos de sus preciosas pertenecías, a los que hoy nos desahucian de nuestras utopías y de nuestras esperanzas.
            Maldita la hora en que nacieron.
            Maldita, también, la hora en que pusisteis en la urna la papeleta con su nombre. Son los mismos.
           


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