Las
próximas elecciones generales en Grecia han removido un avispero. Y los
intereses financieros de la Europa rica y especuladora se han despojado de la
máscara. Merkel amenaza sin tapujos al votante griego.
Si votáis en contra de los intereses
de mi plutocracia, os expulsaré del euro.
Y aun habrá quien diga que el
problema de Europa es que Alemania se niega a ejercer su indiscutible liderato.
¡Menos mal!
Syriza y otras alternativas
políticas similares que han surgido son la respuesta lógica a la
desnaturalización de la propia Europa. Y la propuesta de sus programas, la
revisión de la UE, también son lógicas, porque la Unión Europea, controlada por
los intereses financieros casi exclusivamente, ha olvidado las bases sobre las
que cimentó su andamio que se ha manifestado frágil y escasamente protector, la
solidaridad, la dignidad de los pueblos y las personas, y la paz en el interior
del continente.
La reacción de una buena parte de
Europa ante la crisis ha sido una respuesta colonial, aprovechar las
circunstancias de manera rentable para sus excedentes de capital, invertir en
las economías más dependientes y controlar luego a los Estados con los criterios
deshumanizados del mercado, garantizar los dividendos, asegurar el beneficio,
evitar las desviaciones en los objetivos económicos.
Criterios empresariales, pero muy
alejados de los criterios políticos que fundamentaron la fundación de la Unión Europea.
Europa, la Europa rica, se ha
olvidado de los derechos de los pueblos y de la dignidad de las personas. Y
desprecia, por supuesto, la soberanía de las naciones. Solo hemos renunciado a
parte de ella, pero Merkel, admonitoria y grave, parece creer que está entre sus
privilegios decirle al pueblo griego a quién debe votar si no quiere recibir un
castigo ejemplar.
Pero ni Syriza, ni Podemos, las dos
manifestaciones más visibles de la nausea de la ciudadanía europea ante el rostro
impresentable de la Europa convertida en espolón de proa del capitalismo
especulativo, son el problema de Europa, aunque nos dolerán los oídos de
escucharlo desde cualquier rincón. Son solo el síntoma de una mala gestión.
Ofuscados por la defensa de los
intereses de sus verdaderos patrones, interesados en mantener sus cuotas de
poder, mediocres como casi nunca en la Historia Política de este continente
tumultuoso, depravado en tantas ocasiones y admirable en tantas otras, los
rectores europeos parecen destinados a conducirnos a una Europa fallida, cuyas
consecuencias en el mundo incontrolable
e inmoral de la globalización serán verdaderamente lamentables.
O son obtusos y amodorrados,
perezosos y acomodaticios, o están sometidos a algún poder oscuro que les
impide afrontar los problemas de Europa con honestidad.
Esta gente que ahora gestiona
nuestras vidas es realmente inútil, improductiva, perjudicial. Europa es una
tierra dotada por la propia evolución histórica, por el azar o por la fortuna de
condiciones extraordinarias para la vida humana. Producimos la cuarta parte de
la riqueza mundial y no sumamos ni la décima parte de la población mundial. No obstante, tenemos treinta millones de
desempleados, rechazamos el necesario rejuvenecimiento que podría prestarnos la
inmigración, tenemos millones de pobres y excluidos, millones de niños europeos
pasan hambre y carecen de los servicios básicos que establecen nuestras pomposas
declaraciones políticas, millones de ancianos europeos carecen de condiciones
de vida dignas y de atención sanitaria; millones de europeos carecen de
vivienda. Y en Europa las desigualdades crecen a un ritmo mayor que en
cualquier otro lugar del mundo.
Quienes gestionan nuestras vidas son
inútiles, improductivos y perjudiciales.
Y
moralmente resultan inaceptables. Si os parece excesiva la afirmación
que precede, reflexionad qué valoración moral os merece que presida la Comisión
Europea un individuo que maquinó un sistema de protección a los mayores evasores
de impuestos del capitalismo internacional por un precio insignificante en
contra de los legítimos intereses de sus
socios y de los derechos de los ciudadanos de otros países. ¿Os parece
moralmente irreprochable? Pues ahí está ese inmoral aupado a la presidencia
de Europa con el voto de las dos formaciones mayoritarias.
Cuando nos afirman que Syriza o
Podemos son la amenaza de Europa están ejercitándose en su juego preferido,
manipular la realidad, administrar el miedo como último recurso para mantener su dominio férreo sobre la economía colonizada
de los países más dependientes y más frágiles, convertidos en yacimiento de
inversión para los depósitos de su sistema financiero.
Las dos amenazas verdaderas que
Europa soporta son el continuismo de las políticas denominadas liberales, cuyo
mascarón de proa es Merkel, con el objetivo inmoral y exclusivo de defender los intereses de la
Banca y de los grandes inversores y el lento, pero imparable, ascenso de la
extrema derecha en Europa, el voto del miedo alimentado en sus actitudes
irracionales, racistas, xenófobas y excluyentes por una política económica
interesadamente injusta y dañina para amplias capas de población.
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