Ayer,
al salir del trabajo, puse la radio como cada día, buscando las noticias que la
mañana hubiera ido generando. En una breve reseña de cabecera que recibí de
forma incompleta, me llegó nítidamente la voz reconocible de Rita Barberá; es
una voz autoritaria y áspera, como si en su aparato fonador hubiera prosperado
un espartizal, campo de esparto en tierras pobres que nada más producen. Es una
voz insatisfecha. Una voz que se presta más a proferir que a comunicar. Una voz
imprescindible para ejercer de acusador, pero inútil para pedir perdón. Hay
voces así. Uno nace con ella y la lleva ya toda la vida como una cruz
inmerecida.
La oí decir “son anti sistema, que
han venido a cobrar del sistema y a destruir el sistema desde dentro”.
Sistema es una palabra polisémica y
carente de encantos particulares, pero se ha convertido en la reina de la
fiesta.
Dentro del coche, metido en el
tráfico lento del mediodía, prisionero
por así decirlo, pierdo gran parte de mis capacidades lógicas. A pesar de su voz que te aconseja guardar una distancia prudencial, de pronto
sentí hacia esta mujer una injustificada e inexplicable simpatía.
Por fin,- me dije. Por fin hay
alguien valeroso en el Partido Popular que va a poner patas arriba el tinglado.
Esta mujer se ha hartado ya de los caciques del PP que han campado a sus anchas
por tierras de Valencia durante los últimos treinta años. El caso de Rafael
Blasco, Consejero de Solidaridad,- qué ironía-, en alguno de los gobiernos del bien
trajeado Camps, y portavoz del PP en las Cortes valencianas, que se apropió de
los fondos de la Generalitat para proyectos de desarrollo en países de África y
América Latina, habrá rebasado ya su límite de tolerancia a la indignidad
política.
Solo arrebató a las ONGs ocho
millones de euros, aprovechando su situación preeminente dentro del denominado
sistema. ¡Poca cosa, para las cantidades que se barajan en asuntos de mayor
calado! Pero, desde luego, se le puede
considerar un anti sistema de manual, que atenta contra el sistema porque
genera desconfianza ciudadana, utiliza sus funciones para el enriquecimiento
personal y envilece el ejercicio legítimo de la función política. Los jueces
han premiado su proceder anti sistema con ocho años de cárcel. A su familia y a
su equipo de colaboradores les han caído otros cuarenta. ¡Buena noticia!
Puestos a imaginar,-me dije-, podría
caldeársele la boca a Rita Barberá y emprenderla a mandobles contra los grandes
atentados al sistema que su Partido ha perpetrado y de los que daré una breve
muestra: malversación de caudales públicos; tráfico de influencias;
prevaricación; falsedad en documento público; contabilidades dobles; fraude
fiscal; inversiones faraónicas en obras públicas inútiles y eventos deportivos
insostenibles que lejos de generar riqueza han generado deudas insoportables ; privatización
de servicios públicos fundamentales para entregarlos a la avidez empresarial de
sus cómplices; empobrecimiento de grandes masas de población; privación de
servicios imprescindibles, como la atención sanitaria, a infinidad de personas;
imposición a las conciencias individuales de leyes vinculadas estrechamente a
una confesión religiosa; manipulación electoral; incumplimiento de programa
electoral; altos cargos con cuentas en paraísos fiscales; presidentes de
Gobierno y ministros que han cobrado cantidades indebidas de un dinero
ilegalmente llegado hasta la caja de Partido Popular; su responsable de tesorería durante muchos años, encarcelado sine die por prácticas ilegales y enriquecimiento injustificado; empobrecimiento del
Estado; incapacidad para afrontar cuestiones primordiales, como el secesionismo
catalán ; abandono de la Investigación y el Desarrollo a cuyo capítulo destina dotaciones cinco veces por debajo de la media europea; abandono a su suerte a
cuatro millones de parados que no reciben ya prestación alguna; un tercio de la
población española bordeando los límites absolutos de la pobreza, mientras el
gobierno descorcha el champán de las grandes celebraciones porque han recortado
alguna décima en el déficit que nos aplasta contra las losas… Y, sobre todo
ello, la mentira como único procedimiento para mantenerse en el poder. El
desprecio a la ciudadanía.
Puro atentado cotidiano contra
nuestro inestable sistema.
El tráfico lento tiene esa capacidad
de confundirte, de llenarte de brumas la parte más racional de tu cerebro.
Porque al bajar del coche, libre al fin, y dueño de mis propios movimientos,
caí en la cuenta de que Rita Barberá no estaba hablando del Partido Popular, sino de Podemos, una iniciativa
recién nacida que aun apenas balbucea.
En realidad no les resulta imaginable que la ciudadanía encuentre alternativas. Predican, y hasta es posible que lo crean, que son ellos o el caos. La soberbia, la ambición, el absoluto olvido de la ética los hizo prosperar a nuestra costa. Y ahora ya están incapacitados para ver que las nuevas iniciativas son la única esperanza del sistema. Podemos, por ejemplo, ha abierto un cauce por donde el agua estancada y putrefacta de la deseperación que el sitema inmoral ha generado, ha empezado a transformar la violencia potencial en esperanza.
¡No es poco, idiotas! Cosa imposible, al parecer, para los fontaneros del sistema, esos políticos de oficio de discurso huero, esperanzas simuladas que a nadie se contagian, obediencia debida, y, en demasiadas ocasiones, dominados por intereses espurios y complicidades inconfesables.
En realidad no les resulta imaginable que la ciudadanía encuentre alternativas. Predican, y hasta es posible que lo crean, que son ellos o el caos. La soberbia, la ambición, el absoluto olvido de la ética los hizo prosperar a nuestra costa. Y ahora ya están incapacitados para ver que las nuevas iniciativas son la única esperanza del sistema. Podemos, por ejemplo, ha abierto un cauce por donde el agua estancada y putrefacta de la deseperación que el sitema inmoral ha generado, ha empezado a transformar la violencia potencial en esperanza.
¡No es poco, idiotas! Cosa imposible, al parecer, para los fontaneros del sistema, esos políticos de oficio de discurso huero, esperanzas simuladas que a nadie se contagian, obediencia debida, y, en demasiadas ocasiones, dominados por intereses espurios y complicidades inconfesables.
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