Un
proyecto colectivo, por muy razonable que pudiera parecer en sus orígenes,
sometido a los intereses de una minoría poderosa está condenado al fracaso.
Porque dejará de ser colectivo indefectiblemente.
La Europa posible que alguna vez
imaginamos parece más inviable cada día. Muchas voces respetables han venido
avisando de las consecuencias de la gestión interesada que el Bundesbank, el
capitalismo alemán y su Cerbero político, han hecho de la crisis. Cada paso que
Merkel ha dado ha resquebrajado un poco más los inseguros cimientos de la
Europa comunitaria.
Y no era preciso ser un adivino. No
solo estaba poniendo en peligro el proyecto común, cosa evidente, sino haciendo
renacer de sus cenizas al monstruo del fascismo. Es hijo de las crisis
económicas duraderas. Siempre acude a la cita. Está llegando con su cerebro
ofuscado y primitivo, su desprecio a las leyes,
su miedo a la libertad y su afición a las fronteras. Rebosa violencia y
odio su corazón irracional. Busca enemigos para poder justificar su necesidad
y su misma existencia. Luego focaliza la
frustración colectiva sobre ese enemigo, suelta los perros del miedo entre la
gente sin esperanzas, y va cobrando fuerzas de forma que desespera a la razón
humana.
Hoy domingo,30 de marzo, mientras
escribo, puede que el Frente Nacional Francés, se haya alzado con el triunfo en
las elecciones municipales de Francia, la cuna continental de las revoluciones
bajo la bandera de la libertad, la igualdad y la fraternidad; el país que acuñó la palabra ciudadano como la máxima expresión de la dignidad humana. El
programa del Frente Nacional se puede resumir muy brevemente: abandonar el euro
y salir de la Unión Europea, un triunfo de Merkel, el Bundesbank y los
funcionarios serviles de la Unión.
Marine Le Pen lleva también otros planes extraordinarios en sus
compromisos políticos que hoy, quizás, le den el triunfo en Francia, cerrar las
fronteras francesas a los inmigrantes, restablecer la pena de muerte, aumentar
la dotación de las fuerzas de seguridad, anular los principios de la Convención
Europea sobre derechos humanos, prohibir las manifestaciones de contenido
contrario a los intereses nacionales, reducir el derecho de asilo y acabar con la
doble nacionalidad. Los seleccionadores deportivos franceses lo tienen crudo,
si ella gana.
ABC proclama hoy que se espera el
triunfo de este “gran partido obrero francés”. No necesita decir mucho más para
que sepamos por qué suspira la caverna nacional. Envalentonados con los vientos
que soplan, los filonazis patrios marcan el territorio en las fachadas y en las
puertas de las sedes de los partidos de Izquierda y de los partidos
nacionalistas con pintadas de cruces gamadas y advertencias de que irán al
paredón.
Ahora hemos tenido conocimiento de que
durante el año 2013 Bélgica expulsó a casi trescientos españoles de su territorio
por carecer de trabajo y resultar una carga
para sus programas de protección a desempleados. Se confirma que las medidas empobrecedoras
de la Europa aficionada a los recortes producen desempleados pobres y necesitados
de protección. Y estamos confirmando que la mejor medida para librarse de esa lacra
es la expulsión al otro lado de las fronteras. Poco importa cuántos convenios comunitarios
se transgredan. Alemania está estudiando la aplicación de esa medida.
Pronto recuperará esa Europa humanitaria,
democrática y cristiana, los viejos campos de concentración. Ser pobre y no encontrar trabajo en esta Europa que se empeña en políticas contrarias a la lógica social será pronto un delito. Y en algún lugar habrá que hacinar a los millones de delincuentes que afloran y crecen cada día.
Hay que agradecérselo a Alemania que
de campos de concentración tiene un muestrario único. Ni en diez vidas que tuviéramos
tendíamos la ocasión de darle las muestras de agradecimiento que merece.
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