Ayer,
diecinueve de febrero, con el primer café de la mañana, por la ventana abierta
de la radio nos ha entrado otra ráfaga de viento helado, ese viento que procede
las estepas de la política inhumana que practican quienes presumen, sin
embargo, de practicar la más adecuada para sacarnos de la crisis sin que los
servicios fundamentales hayan sufrido menoscabo.
Castilla-La Mancha, la joya de la corona del Partido Popular que gestiona la
Secretaria General de ese partido, era la estepa desde la que ese viento nos
helaba el café.
El trece de diciembre pasado,
los médicos de urgencia del Hospital de Toledo acudieron al Juzgado de Guardia
para poner en conocimiento del mismo que la situación en la que desarrollan su
trabajo resulta insostenible. No pueden atender a sus pacientes por falta de
espacio y de camillas; dos pacientes han muerto en los pasillos de urgencia sin
que los médicos puedan acomodarlos en otro lugar más digno o más íntimo, al
menos. Denuncian importantísimas demoras en el diagnóstico de pacientes
ingresados con dolencias muy graves, por falta de personal.
El colapso de urgencias es tan grande que los servicios médicos no pueden
garantizar ya la atención correcta a sus pacientes o la administración
del tratamiento que precisen.
Efectivamente, estos líderes honestos que nos están sacando de la crisis
no han tocado los servicios fundamentales del Estado. Pero desde 2010, en que
una triunfante Cospedal asumía el convertir a su Comunidad en un modelo para
España, ese hospital toledano ha sufrido el recorte de ciento sesenta y
cinco camas hospitalarias; y los únicos espacios donde los enfermos pueden
permanecer hospitalizados son los pasillos del servicio de urgencias, hospital
de sangre en esta guerra sin cuartel contra la sanidad pública que ha desatado
este gobierno.
Desde su llegada a la presidencia de Castilla- La Mancha la inefable Cospedal
ha recortado en el gasto sanitario de esa comunidad casi una quinta
parte del que se destinaba con anterioridad, y casi cuatro mil
profesionales sanitarios han sido despedidos.
Ahora los enfermos graves
se mueren en los pasillos y el personal de urgencias de los hospitales recurre
a los jueces para denunciar su desesperación por no poder realizar su
humanitario trabajo en condiciones dignas.
Hemos oído que familiares de los altos cargos políticos de esa comunidad están
exentos de las listas de espera, quizás porque su salud sea bastante más
necesaria para el buen funcionamiento del país; también hemos oído que en
Castilla- La Mancha desvían a centros privados de comunidades vecinas buena
parte de las intervenciones quirúrgicas desatendidas en los hospitales de la
comunidad por falta de personal; el mismo que ha despedido Cospedal.
Así que habrá que decirles que mienten cuando afirman que nos están sacando de
la crisis sin tocar los servicios fundamentales. Habrá que decirles que mienten
doblemente, porque no nos están sacando de la crisis y porque están destruyendo
servicios ejemplares y perfectamente sostenibles.
Lo que resulta una verdad que no admite debate es que lo más insostenible que
tenemos, y de lo que debemos librarnos cuanto antes, es este gobierno cínico y
hostil, el enemigo infiltrado que mina a todo trapo los derechos que habíamos
conquistado al tiempo que destruye el tejido de servicios públicos extraordinarios,
por ejemplo la sanidad pública.
Resulta curioso, cuando menos, que una denuncia que se produjo hace dos meses
largos, aflore ahora. Dos preguntas me asaltan.
¿Hacia dónde miraba la prensa en este tiempo? Tengo el convencimiento que
intereses muy poderosos han amordazado a la prensa independiente hace ya
tiempo. Hay silencios clamorosos y culpables.
¿Por qué, ahora…? Es tiempo de navajeros en el Partido Popular. Las guerras
intestinas suelen ser feroces. Y parece que la muy ambiciosa Cospedal ha caído
en desgracia. Caín y ellos sabrán por qué. La cohesión inquebrantable en
apariencia que otorga la victoria se desgasta, crecen las ambiciones, se
recuerdan viejas deudas, aumenta cada día la inundación de aguas fecales de una
financiación impresentable que alcanza hasta el corazón y la raíz de ese
partido, y afloran las navajas.
Así se hace en esta tierra la política de estado, mentiras,
corrupción y navajazos. Mientras, los que sostienen el Estado con sus impuestos
se hacinan en urgencias colapsadas o mueren en una camilla en un pasillo ante
los ojos espantados de otros enfermos que aguardan asistencia. Más parece una
escena de un hospital de guerra, la guerra que libra contra nosotros este
gobierno lamentable.
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