La Federación Española de Jugadores de
Azar Rehabilitados ha hecho públicos
unos datos muy significativos. Al comienzo de este último periodo de ruina
estructural que el capitalismo provoca de forma cíclica, la mayor parte de las
personas que solicitaban ayuda para escapar de la ludopatía eran varones de
entre treinta y treinta y cinco años.
Durante la crisis el perfil del solicitante de ayuda ha cambiado de forma drástica.
Se trata de varones, de entre dieciocho y veinticinco años.
Sin
duda hay razones para este cambio de clientela.
Afecta
al colectivo más frágil y más indefenso ante la crisis. Es el segmento más
castigado en las perspectivas laborales y, también, en general, el más desguarnecido y el más expuesto a
soportar de por vida las consecuencias de este vaivén venenoso que la
especulación depravada ha echado sobre buena parte de la población.
Cuando
la realidad no ofrece demasiadas esperanzas, el individuo coloca sus magras
expectativas en el azar, en un golpe de suerte. A fin de cuentas, ¿en qué
consiste el chiringuito donde se amasan las fortunas inmorales? ¿Qué es la
Bolsa sino un casino gigantesco donde ludópatas insomnes juegan con nuestras
vidas cada día?
Y
las reglas del juego avivan este fuego sin regulación alguna.
Las casa de apuestas on line han hecho de cada retransmisión deportiva – y es tanto como
decir de cada minuto del día-, su cancha predilecta. Los comentaristas nos
animan a apostar en el momento, nos informan sobre la modalidad y el valor de
las apuestas con absoluta precisión. Uno diría que la retransmisión deportiva
es solo el pretexto imprescindible, porque el objetivo verdadero es lograr que
el personal apueste.
El
mensaje resulta tentador para los desavisados: apueste y gane, nos repiten,
como si la ganancia fuera cosa hecha. Las casas de apuesta te reciben con
regalos para que juegues la primera vez sin arriesgar tu dinero. Incluso te
devuelven la primera cantidad apostada si la pierdes.
Y
luego está la utilización de iconos irresistibles, especialmente para los más
jóvenes: estrellas del deporte, ganadores habituales en sus competiciones a los
que la necesidad de referentes de esta sociedad vacía de verdaderos valores ha
convertido también en modelo de virtudes: constancia, honestidad, respeto a las
reglas, esfuerzo, y sobre todo, ¡triunfadores!. Desde su pedestal mediático,
ellos te animan a jugar.
Se
trata de que el anzuelo, como se cuenta que sucede en la pesca de la anguila,
entre bien hondo.
Luego
vendrán las consecuencias destructivas que muchos de los entrevistados
reconocen: la dependencia, la obsesión, la vida quemada en mil intentos vanos
de recuperar lo que has perdido, la soledad definitiva cuando la ludopatía te
convierte en insociable, las deudas
acumuladas y la ruina.
Sin
embargo, y a pesar de los riesgos visibles y denunciados con frecuencia, esa
publicidad no se regula.
Quizás
porque el primer interesado en mantener
saludable la ludopatía de este país en ruinas es el propio Estado.
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