El verdadero fracaso de la
Enseñanza empezó a gestarse hace ya tiempo. Y la última Reforma Educativa, esa
que conocemos como Ley Wert, pero que es la Ley del gobierno de Rajoy, responde de forma nítida a un proyecto
de organización social que atenta contra la dignidad humana y contra la
igualdad de oportunidades. Programa, para mañana mismo, una sociedad injusta y
regresiva.
La OCDE -(Organización para la
Cooperación y el Desarrollo, integrada por los países más ricos de la tierra)-,
la misma que lleva a cabo las Evaluaciones PISA, ya en el año 1996
auguraba que el mercado laboral de los países desarrollados manifestaba una
tendencia bipolar, y que se generarían empleos de alta cualificación
tecnológica y bien remunerados, pero en torno al 60 % de los empleos futuros
sería para trabajadores sin cualificación.
Lógicamente, ante esta perspectiva, el capitalismo se planteaba, ya en 1996, la
absoluta ineficacia económica de la masificación de las
enseñanzas.
La OCDE recomendaba entonces a los gobiernos disminuir de forma paulatina la
dotación a la enseñanza; recomendaba no limitar el acceso a las enseñanzas
públicas, aspecto que tendría fuerte contestación social, sino ir bajando
gradualmente la calidad de la misma mediante el aumento de las ratios
escolares, el aumento de las horas de dedicación del profesorado, la supresión
de programas costosos de atención a la diversidad, la selección temprana del
alumnado cuyo destino debería ser engrosar esos empleos de baja cualificación,
y, al tiempo, aumentar las exigencias económicas en las matriculas de la
Universidades e ir disminuyendo la cantidad destinada a las becas.
Es lo que propone la Ley Wert palabra por palabra.
Ese
es el auténtico fracaso de la Enseñanza, aunque pretendan ocultarlo a nuestros
ojos.
Y la Europa que ha renunciado a sus valores nos coló en las leyes
educativas el desarrollo y la evaluación de competencias, los intereses del
mercado laboral envueltos en palabras engañosas.
¿Y
el conocimiento? ¿Qué necesidad tienen de conocimiento personas
destinadas a un mercado laboral que apenas les planteará requerimientos de ese
tipo? No obstante la ausencia de conocimientos será el gran argumento
para su clasificación entre la población sin otro futuro que el empleo precario
y mal pagado que la empresa lleva decenios reclamando. Bangladesh, aquí mismo;
en las esquinas, mendigando un empleo por lo que el capital quiera pagarle
cuando a bien lo tenga.
No hay ni una de esas leyes orgánicas de educación que ha generado la
democracia que no reconozca, de forma progresiva, su sumisión a las necesidades
de la empresa o del mercado laboral.
He ahí el fracaso verdadero que nadie se atreve a mencionar. El fracaso
programado y que se atreven a considerar, con cinismo rayano en desvergüenza,
la causa de los males del país.
¿Fracaso del sistema de Enseñanza? La mayor parte de los titulados españoles de
los últimos años han de abandonar el país en busca de trabajo. Todo mi alumnado
sabe que terminar con éxito estudios superiores en este país ya no significa
nada en cuanto a garantizarse un trabajo digno.
Y, pronto, en ninguna parte.
La señora Merkel, esa defensora feroz de la plutocracia
alemana, con maneras suaves de matrona bávara, acaba de comunicar oficialmente,
por si quedaban dudas, que Europa no es ahora tierra de futuro para los
jóvenes, que soportan tasas de desempleo del 40% en la mayor parte de los
países europeos.
Es legítimo preguntarse por qué.
Europa es un continente envejecido que sustenta en sus fronteras apenas a
un 8% de la población mundial. Creamos, sin embargo, el 25% de la riqueza
mundial, unos quince billones de euros anuales. ¿Cómo es posible que en esas
condiciones no sea Europa el lugar ideal para los jóvenes europeos? ¿A qué
destinamos esa ingente cantidad de riqueza? ¿Qué clase de organización política
y social desaprovecha las condiciones más ventajosas de la tierra para
garantizar el bienestar y el pleno empleo de sus ciudadanos? ¿Cómo que los
servicios públicos resultan inviables? ¿A qué políticos irresponsables o a qué
gente miserable hemos confiado la gestión de nuestras vidas?
¿Cuál es el verdadero fracaso que nos convierte en un proyecto colectivo
cercado por la descomposición?
La
señora Merkel no puede dar respuesta a esas preguntas porque las leyes del
mercado son sagradas e insondables; y el mercado es el hijo mundano de aquel
dios deforme y monstruoso que la iglesia protestante fabricó a la medida del
capitalismo moderno, para mantener apaciguada su conciencia; un dios que premia
al hombre bueno con riquezas y al hombre malvado y perezoso lo condena a la
incuria, a la miseria, a purgar su pecado arrastrando sus andrajos ante los ojos
satisfechos de los triunfadores.
Por aquellos tiempos la voluntad de Dios
era la última, e indiscutible, justificación de cualquier maldad que el ser
humano soportara, como la monarquía absoluta, los privilegios de una minoría, las
sangrantes desigualdades en la condición humana. Hoy el Antiguo Régimen reclama
su vigencia y, aunque Dios ha perdido en buena parte su prestigio, han encontrado los Mercados
como suprema e indiscutible explicación.
Pero la señora Merkel, seguramente cristiana cumplidora,
ofrece consejos útiles a los jóvenes europeos como una gobernanta afectuosa que
se preocupa por la imagen de un internado maloliente donde el hambre ha cavado
una trinchera.
La solución estaba en el trabajo
digital.
Emprendedores del teletrabajo digital,
el mundo es vuestro. Ilusionados autónomos, el Estado espera vuestra generosa
colaboración en la reducción de las estadísticas del paro juvenil y en la
aportación a la caja general depauperada por las exenciones tributarias a los
poderosos y por la permisividad con los grandes defraudadores.
La señora Merkel os está fabricando un futuro de
gusanos de seda encerrados en vuestro propio domicilio, ante la tablet o el portátil que habréis financiado
de vuestros bolsillos, pagando de esos mismos bolsillos la factura de
internet y la factura eléctrica. La señora Merkel os encarece que pongáis
todo eso al servicio del capital, y que fabriquéis febrilmente la seda de
la que otros sacarán el beneficio, sin riesgos y sin obligaciones sociales
por su parte.
Y si no os hemos preparado para eso, vocearán por las esquinas que el sistema
educativo es un fracaso en toda regla.
Yo debo ser un tipo sin principios, porque asumo esa acusación sin inmutarme.
Mientras tanto, por hablar de algo más cercano, la Consejería de Educación de Andalucía,
esa tierra que se deja la garganta vociferando que aquí se hace política de
forma diferente, ha notificado por sorpresa el cuatro de diciembre a los
Centros de Enseñanza Secundaria un recorte del 12% en los presupuestos anuales
de mantenimiento, presupuestos ajustados ya a límites de pura subsistencia y
que los Centros, en cumplimiento de la ley, aprobaron a finales de octubre,
siguiendo las pautas habituales: si no ha habido notificación en contra, se
mantienen los ingresos del curso anterior con leves modificaciones por el
número de matriculas .
Falta elegir ahora qué servicios
básicos dejarán de prestar los Centros de Secundaria, ¿limpieza, calefacción,
factura eléctrica, mantenimiento de edificios, reprografía, reposición de
libros de texto deteriorados, internet y telefonía, reposición de botiquines,
mantenimiento de calderas, mantenimiento del sistema de extintores, seguro y mantenimiento de
ascensor, actividades complementarias, dotación de biblioteca, dotación de
departamentos para cubrir sus necesidades de papel y tinta de impresoras…?
Hay,
como se ve, bastante donde elegir.
Puro Wert, aunque lo disfracen de
Susana Díaz.
Antonio, tu lúcido razonamiento es desoladoramente contundente. En ésas estamos. Yo tampoco siento vergüenza por no formar a mis alumnos para eso.
ResponderEliminarPero es lo que nos andan reclamando. Hoy he visto Rajoy llevar sin elegancia alguna una guayabera blanca en la Cumbre Iberoamericana al tiempo que reclamaba en su discurso una mayor coherencia en las propuestas educativas para "ajustarlas" a los requerimientos del sistema productivo. Es la hora de ajustarnos las cuentas. Es lo que hay!
ResponderEliminarBrillante artículo, Antonio. Dando en el clavo, como siempre.
ResponderEliminarGracias. Ed fácil acertar. El condenado clavo tiene una cabeza descomunal
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