Durante los funerales de
Estado de Mandela, un individuo que nada tenía que ver con la superación del apartheid se ganó un inmerecido lugar en la
memoria colectiva; una notoriedad que seguramente, en sus días de lucidez, le
producirá sonrojo. Me refiero desde luego al intérprete del lenguaje de signos,
contratado para traducir a las personas sordas las palabras de algunos de los
denominados líderes mundiales en las honras fúnebres del prohombre sudafricano.
Todas las personas sordas que fueron testigos de su lamentable puesta en escena
y los propios expertos en ese sistema de comunicación coinciden en que el
pretendido intérprete no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Un
vergüenza nacional para Sudáfrica, ampliada por los medios de comunicación de
medio mundo.
No obstante, el tipo es intérprete
oficial del lenguaje de signos, mediocre según cuentan porque tiene escasas
habilidades de expresión gestual, pero con una trayectoria contrastada en otros
actos oficiales. También figura en el acta sumarial que está diagnosticado de
esquizofrenia; el hombre, por su parte, aduce como explicación a sus
imperdonables desaciertos, a su confusión, a su inutilidad momentánea bien
manifiesta a los ojos del mundo, que en esos momentos solo veía pasar ángeles
perturbadores ante sus ojos asombrados, ángeles que le impedían ser consciente
de la realidad circundante, ángeles que le impedían cumplir su cometido.
¡¡Vaya con los ángeles!! No
precisó categorías. Quizá no las distinga. Desconocemos, pues, si se trataba de
arcángeles, serafines, querubines, ángeles caídos, o de una selección de todos
ellos. Desconocemos, también, la encomienda recibida, porque, que sepamos, los
ángeles nunca actúan por iniciativa propia, sino por encargo divino. Si se
trataba de interferir en el mensaje hipócrita de los poderosos, ¿por qué
fastidiárselo exclusivamente a las personas sordas, una minoría a fin de
cuentas y afortunadamente...?
Siendo razonables y extrapolando datos
a nuestra propia vida, yo creo que ese desgraciado acontecimiento es una
lección inolvidable que los descreídos recibimos, venga de donde venga. No hay
que olvidar que es tiempo de consumo desmedido para celebrar que somos, por
naturaleza, familiares y bondadosos. ¡Bendita sea la Navidad, que nos recuerda
la obligación de comportarnos bien con el resto del mundo! ¡Con el gobierno,
incluso!
Creo merecer esa lección magistral y
navideña. He asegurado casi en cada entrada de este blog que este gobierno
miente a boca llena. Que Rajoy y sus ministros mienten con un descaro
vergonzante cuando hablan de la recuperación, de la bondad de sus
medidas...Quizá yo esté viciado por mi ideología sin futuro, por la añoranza de
tiempos que ya no volverán.
Cuando Montoro nos asegura que el milagro
de la recuperación española será un modelo que se estudiará en las
universidades del mundo, quizá no esté mintiendo a sabiendas.
Y cuando Rajoy nos asegura que , gracias a
sus medidas, no se ha destruido empleo en este país en 2013 a pesar de que si
se hayan destruido quinientos mil contratos que ya no existen, quizá no
esté mintiendo a sabiendas.
Y cuando Wert o su Secretaria
de Estado para la Educación nos bendicen la LOECE como la ley de educación que
persigue la igualdad de oportunidades y la excelencia, quizá no estén mintiendo
a sabiendas.
Y puede que cuando Gallardón afirma que la regulación del aborto
defiende la libertad de las mujeres que se ven obligadas a abortar,
víctimas de no sabemos qué presiones ajenas a su voluntad, no sea consciente de
que miente.
Y puede que el ministro del Interior no
sea consciente de que miente cuando dice que ley de Seguridad ciudadana
defiende las libertades que garantiza la Constitución.
Puede que sólo sean los ángeles
perturbadores, juguetones, danzando ante sus ojos apenas se acercan a un
micrófono.
Puede que todo este gobierno, al
completo, sin excepción alguna, tenga un historial secreto de confusión mental
por la influencia perniciosa de la visión de seres luminosos y alados que
perturban sus mentes apenas se empeñan en hacernos comprensible el tiempo que
vivimos. Incluso Cospedal debe tener docenas de ángeles cercándola de forma
despiadada.
Seamos justos. Quizás es que
los ángeles confunden el buen juicio de Rajoy y de sus ministros. Es Navidad,
tiempo de paz y de perdón. Antes de privarlos de nuestro voto, deberíamos
asegurarnos de que no es cosa de los ángeles juguetones y traviesos.
Recordad que una virgen judía también vio
un ángel hace ya más de veinte siglos y hoy mismo estáis cantando villancicos
para celebrar el acontecimiento que se produjo nueve meses después.
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