Ayer, una noticia que me trajo la radio, breve y
punzante, desgarró con su descarnada objetividad los restos de conciencia
europeísta que me quedan. Un niño subsahariano de seis años, afectado de un
tumor en el cuello, murió en nuestra frontera tras una larga espera del visado
sanitario que le habría permitido ser intervenido por nuestro sistema de salud y, seguramente, conservar su vida. Su madre, una mujer residente en España, no
pudo conseguir la cantidad que la Unión Europea solicita por ese tipo de
visados, entre los 20.000 y 30.000 euros.
Es solo un niño muerto, un pobre niño más que ha muerto
sin entender por qué nadie sintió piedad por su dolor y su indefensión. Pasará
desapercibido para todos nosotros. Mañana nadie recordará su caso.
Una ley así no es una ley. Es un crimen de lesa
humanidad. Y el parlamento que la haya
aprobado, debe saber que no me representa. Una Europa que teme tanto a un niño
moribundo que lo deja morir en sus fronteras no es mi Europa. La Europa que pone precio a la
vida de un niño es una Europa inhumana, sin valores, anquilosada, decrépita y egoísta; la Europa que está invocando a sus demonios totalitarios y sangrientos desde el olvido donde los creíamos enterrados.
Esa Europa, ¡no!
Afortunadamente hay otra que empieza a despuntar. He
visto ya otra Europa colectiva, vigorosa, joven, con la conciencia limpia.
Y la ventana, diáfana, por la que la he visto cruzar ante
mi casa son dos instrumentos de
comunicación social.
Uno es mucho más recio, más arraigado, más antiguo porque
comenzó su andadura en el 2001. Y es políglota. Su nombre es Café Babel y fue fundado por un grupo de jóvenes europeístas,
profesionales que un día, no muy lejano, mientras andaban por Europa con las
becas Erasmus, descubrieron que esa Europa Común era un hallazgo demasiado
importante para dejarla en manos de los
comerciantes y los políticos tramposos que hacen ingeniería fiscal,
legalmente aceptada para saquear a los socios. Ellos saben que esa Europa
Común, la Europa de los Pueblos que un día nos pregonaron, es un instrumento
poderoso para atenuar los efectos de la
globalización y para hacer frente a la deshumanización del pensamiento
racional, atento solo al sistema productivo y a la justificación del reparto
desigual del beneficio. Son también conscientes de que el terreno sobre el que
podrá arraigar un futuro europeo creíble y humanitario descansa sobre los
fundamentos de nuestra riqueza cultural, la que durante tiempo se preocupó del
ser humano. Esa cultura, a pesar de los errores que hemos ido perpetrando en
nuestra historia, alumbró el continente más respetuoso con los derechos humanos
y con sistemas democráticos más arraigados.
Ellos, además, no dramatizan. Y en ocasiones convierten la
ironía y el humor en instrumentos útiles y eficaces.
Café Babel se edita en Castellano, Francés,
Inglés, Alemán, Italiano y Polaco. Asomarme a sus páginas me anima a tener
esperanza en una Europa regenerada y humanista. No todo está perdido. Ellos son
la prueba.
El otro medio al que me refiero es un recién nacido; es
humilde, de barrio; el foro de un Instituto en el extrarradio de una ciudad
ególatra y provinciana a la que amo. Se trata del Diario Digital del IES Pino Montano.
Por sus páginas empieza a ser
costumbre que asome la palabra hermosa de una juventud consciente y limpia,
valerosa, con las ideas muy claras; una juventud que niega con su expresión
brillante y ordenada ese tópico sucio del fracaso escolar que tanto se enarbola
en esta patria nuestra, mal hablada y doctorada en quejas, que acusa a la
escuela de sus defectos ancestrales.
Los miro y empiezo a confiar en el futuro. Veo en ellos a
los nuevos humanistas recién embarcados para la hermosa y exigente travesía de
la vida.
Pero
ellos no son obra nuestra, no los expongo ante vosotros con el orgullo de la
gente artesana que los labró con su
maestría. No son obra nuestra. Cada uno de ellos es obra propia. Obra de su
propio proyecto. Nosotros les prestamos ayuda, les mostramos caminos,
insinuamos ante su mirada curiosa los principios morales que alientan nuestras
vidas. Y ellos eligen. Cada individuo definitivo es obra propia. También, de su
familia que generó el ambiente propicio para que fraguara esa persona y le dio
la orientación más adecuada. No son obra nuestra, pero verlos gobernando su
vida con criterio, asentados sobre cimientos hondos, nos llena de orgullo,
emociona nuestros corazones, en algún caso, encanecidos.
Unos y otros quizás aun no sean
conscientes, pero ya han salido ilesos de ese naufragio humano que consiste en
perder de vista los valores colectivos. Son tiempos propicios para la floración
del individualismo improductivo, cuando se trata de generar las condiciones en
las que habremos de vivir. Cuando el sistema político que sustenta nuestros
derechos y reclama nuestra colaboración pierde su autoridad moral, el individuo
acaba refugiado en su cueva, entregando su fe a los que predican la salvación
personal sin atender al otro.
Esta
gente de la que os hablo, no. Tengo la sensación de que esta gente mira al
futuro y lo imagina como un espacio generoso donde quepamos todos. Incluso ese
niño que ha muerto y cuyo nombre no guardo en la memoria.
Estimado maestro:
ResponderEliminarSe agradece la lectura de unas lineas tan rectas en su ética como en su propósito, y tan atinadas en su severa crítica al mercantilismo posibilista de políticos sin alma, que tienen la tijera como única herramienta de política social.
Yo también creo que a Europa, como espacio común de civilización y desarrollo humano, sólo la sostendrán las personas que la habitamos, pero cultivar esa esperanza requiere esfuerzo y trabajo. Como el de esos jóvenes, que son el futuro.
Ojalá se levanten muchas de esas manos, fuertes, límpias y sin miedo, dispuestas a la titánica tarea.
Cuenta con las mías.
Maestro es mucha palabra, amigo mío. Compromete. No mucha gente la merece. Honestamente, yo tampoco, salvo si hablamos de sintaxis latina. Ahí soy un verdadero maestro. Quedamos ya pocos y todos somos maestros en ese campo del saber.
ResponderEliminarGracias, Manuel. La tarea será larga y dura, pero también apasionante. Y el punto de partida es infinitamente mejor, por medios y facilidad para la comunicación humana, que en ningún otro momento de la historia humana. A pesar de ello, la historia ha dado pasos de gigante porque, casi siempre, triunfaron los que se rebelaban contra el diseño injusto de sus sociedades. Ahora no será diferente. Aunque yo no lo vea.