Y
me refiero al que tildan como pacto histórico
Pedro Sánchez y Albert Rivera. Es
tan inane la política, tan vacía, tan incapaz de modificar el estado de las cosas
que precisa pregoneros que voceen su importancia falsa y pretendidamente decisiva.
No me gusta este pacto porque los
compromisos de reparar el daño que la mayoría absoluta del Partido Popular ha ocasionado
se pierden en vericuetos ambiguos de un discurso engolado. Y la voluntad
decidida no se enrosca en discursos tibios y dubitativos; la voluntad decidida
se proclama con palabra vibrante y convencida.
No me gusta este pacto porque el
programa del PSOE, ese reducto teórico de izquierda que estaba en la mesa de
negociaciones, se ha diluido mansamente en el programa neoliberal de Ciudadanos.
Y si hubiera elecciones en mayo, supongo que sus votantes le pasarán factura.
Ciudadanos proclama que en ese pacto
ha incluido el ochenta por ciento de su programa electoral. Y yo lo creo. Pero
no es el programa de Ciudadanos; es el programa de Davos.
Probablemente, cuando Pedro Sánchez
ha acudido a Davos, como invitado, se ha producido la ceremonia secreta de su
paso de la adolescencia a la adultez política.
Ha vuelto con el paso cambiado y un convencimiento inesperado. Se diría que una luz cegadora lo ha derribado del caballo como a Saulo de Tarso y le ha puesto en las alforjas una fe nueva y poderosa.
“Este pacto no suma”,- le han dicho.
“¡Sumará!”,- responde. Y proclama una fidelidad
inesperada y duradera a este socio reciente. “Este pacto no tiene fecha
de caducidad”,- afirma sin que nadie le pregunte al respecto. Desde que volvió
de Davos era un pacto cantado. Ciudadanos es el reflejo fiel de la nueva
derecha europea, la envoltura política renovada que el capitalismo andaba
reclamando. El PP, la vieja guardia con resabios franquistas que condecora vírgenes,
corrompido hasta la médula en su largo ejercicio del poder, no daba ya la
imagen adecuada.
Creo que en esa ceremonia secreta Pedro
Sánchez se ha visto obligado a hacer un juramento neoliberal para lograr la
bendición de quienes otorgan el poder de gobernar, la de aquellos que ostentan el poder
verdadero, la de quienes diseñan los programas de cualquier gobierno.
Puede que se haya traído una vaga
promesa de que ese gobierno poderoso y sombrío que controla las democracias y
las vacía de contenido y de sentido mediará en la abstención necesaria del Partido
Popular. No será fácil. El Partido Popular es un partido malherido y rabioso.
Tan solo el ejercicio del poder, o la esperanza de ejercerlo, lo mantiene
unido. Sin poder, se desplomará como un edificio ruinoso y carcomido . Tendrá que reinventarse en una larga travesía por territorios poco hospitalarios. Y ellos lo saben.
Y si la Ejecutiva aprueba dicho pacto, supongo que el PSOE también tendrá que reinventarse.
Y si la Ejecutiva aprueba dicho pacto, supongo que el PSOE también tendrá que reinventarse.
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