Una
de las razones de la aparición de este Blog y de la elección de su nombre,
“Crónica de la indignidad”, hunde sus raíces en los augurios de que la derecha
ganaría por mayoría absoluta las elecciones del 2011 en este país.
Zapatero cargará el resto de su vida
con la culpa de haber desencadenado la crisis mundial y sus nefastas
consecuencias para las clases medias y los trabajadores por cuenta ajena en
Estados Unidos y en Europa. El liberalismo radical y el capitalismo
especulativo deberían ponerle un monumento a este hombre en algún lugar visible
desde cualquier rincón del planeta. Aun hoy esa culpa planea sobre el PSOE en
cualquier cita electoral. Nadie parece recordar ya que esta crisis se
desencadenó en los Estados Unidos y que fue consecuencia, principalmente, de la
desregularización de los mercados, demanda histórica del Liberalismo.
Con un estado dominado por las
élites económicas, los delitos y
falsedades del sistema financiero americano nos condujeron a la ruina con la
ayuda inestimable de otros factores decisivos, muchos generados por la propia
naturaleza de nuestras estructuras políticas y económicas, impropias de un país
democrático y honesto.
Pero en la barra del bar, el
culpable fue, y sigue siéndolo, el nefasto Zapatero. Y el Liberalismo radical
que la ocasionó campa a sus anchas en Europa y otorga mayorías en los
Parlamentos del Mundo.
¡Vivan las caenas!
Aquel mensaje del Partido Popular le
dio el mayor rédito electoral de su historia, precisamente cuando encabezaba su
proyecto político,- no confeso, desde luego-, la directiva más enfangada que se
conoce, con la salvedad de la de CIU, y el individuo más gris y con menos
capacidad de decisión que se recuerda entre los presidentes de gobierno de este
país.
En la toma de decisiones políticas
manifestamos en ocasiones una vieja propensión a adoptar comportamientos
impulsivos y modorros. En buena medida son la consecuencia del cainismo
genético que corroe nuestras entrañas. Supongo que será también la consecuencia
de siglos de dominación ejercida por la fuerza temible de quienes nos
impusieron sus privilegios, su autoridad sangrienta, sus creencias y sus inmoralidades
como sistema de vida. Aun no llevamos ni cuarenta años de democracia verdadera.
¡Y defectuosa, como serán siempre las democracias verdaderas!
Las elecciones del 20 de diciembre y
sus consecuencias visibles merecen, sin duda, una somera reflexión. Incluso
permiten hacer augurios y previsiones nada halagüeñas para quienes depositaron
su confianza en una alternativa de izquierdas para formar gobierno, la mayoría
de los votantes de este país, como fiel reflejo del espectro ideológico de esta
sociedad.
Si olvidamos el voto nacionalista
que difícilmente puede ser reflejo del conjunto de la sociedad, la suma de los votos de PSOE, Podemos e IU aventaja en
más de un millón la suma de los votos de
PP y Ciudadanos.
Pero esa aritmética es inútil a
efectos prácticos, a pesar del alto índice de coincidencias en los respectivos
programas.
En realidad la izquierda ciudadana
es libre, pero la izquierda institucionalizada en los partidos es un rehén
encadenado, incapaz de dar forma a nuestras esperanzas.
IU es rehén de la amenaza de desaparición, de sus escaños pagados a precio de oro, de su huida hacia ninguna
parte como si cambiar de marca le ofreciera alguna posibilidad frente a las
ambiciones de Podemos.
A pesar del hábil discurso de Pablo
Iglesias y de su empeño en aventar las miserias en dirección a la era del PSOE,
Podemos es rehén de sus pactos de última hora con la esperanza de ser la
primera fuerza de izquierdas en detrimento del Partido Socialista. Pablo
Iglesias y el rígido aparato de Podemos no puede controlar a una cuarta parte
de sus parlamentarios por la sencilla razón de que no forman parte del partido.
Ese porcentaje condicionará de forma radical el proyecto político de Podemos y
su confesa vocación transformadora. Pablo Iglesias sabe ya, como los sabemos
todo, que tardará en gobernar en solitario, si es que gobierna alguna vez. El
impulso de Podemos, las esperanzas de una buena parte del electorado más predispuesto
a la transformación de esta sociedad han quedado relegadas a un discurso, a
gestos simbólicos, a testimonios que nada modifican y a dibujar en el aire unas
líneas rojas a sabiendas de que hacen imposible algún acuerdo. En realidad, la
oposición es un lugar cómodo y oreado, donde casi nunca llueve. Un buen refugio
bien pagado. Y el gobierno mancha a quien se arriesga.
Y el PSOE es rehén de sus errores
del pasado, pero sobre todo de la ambición mediocre y cainita que lo convierte
en un partido sin proyecto creíble. ¿Cree de verdad el PSOE que cambiando de
candidato, o mejor, de candidata, en las más que previsibles elecciones de
primavera mejorará sus resultados? ¿Creen de verdad que es una cuestión de
candidato?
No creo que ningún socialista
sensato opine que los resultados de las últimas elecciones han sido desastrosos.
En realidad, los esperaban peores. Siguen cargando con la culpa de la crisis y
han recibido las peores dentelladas de los partidos nuevos, mucho más
atractivos para el votante socialista desalentado que para los votantes del PP. Sin
embargo, el PSOE es el segundo partido más votado.
Y toda la izquierda, en general, es
rehén de la maldición cainita que pesa sobre ella. Se inutilizan solos. Votamos
esperanzados, pero ellos se encargan de apostar y malgastar nuestras esperanzas
en una pelea de gallos. El Parlamento parece a veces un reñidero de gallos
clandestino y maloliente.
¿Qué nos espera entonces en las
elecciones de primavera a los votantes de izquierda?
El votante de IU, como ya pasó en
las anteriores elecciones, volverá a tener dificultades para encontrar la
papeleta. Puede que desconfíe del valor de su voto, porque han hecho falta más
de cuatrocientos mil para conseguir cada uno de los dos escaños que obtuvieron el
día 20 de diciembre.
El votante de Podemos puede que ya
sepa que las políticas sociales del programa del partido de su elección no
resultan prioritarias y que los parados de larga duración y los desahuciados
pueden esperar al raso, mientras solventamos cuestiones fronterizas de vida o
muerte.
El votante del PSOE se sentirá,
cuando menos, confuso por el cambio de cartel. Y no podrá evitar una duda
poderosa. O antes o ahora se han hecho las cosas de forma precipitada. Y dudo
de que Susana Díaz tenga tiempo de postularse como candidata fiable ante sus
votantes potenciales en una acelerada campaña electoral a contramano.Dudo, incluso, que tenga la capacidad de convertirse en candidata indiscutible entre sus propias filas. Parte del
trabajo realizado se irá por los desagües de la decepción política una vez más.
Y será lo peor la decepción del
votante de izquierdas por compromiso moral e ideológico, pero sin colores
partidistas excesivamente definidos. Ese votante tiene ya dos certezas
poderosas: Ninguno de los partidos de izquierda podrá formar gobierno en
solitario y el pacto de gobierno entre ellos es prácticamente imposible.
¿Por qué tomarse la molestia de
acudir a votar?
La previsión de 2016 es que
tendremos un gobierno de derechas, gente cainita donde las haya, pero mucho más
práctica y utilitarista; la derecha reacciona siempre con un instinto de
conservación muy poderoso.
PP y Ciudadanos formarán gobierno en
las próximas elecciones de primavera.
Merkel aplaudirá complacida. Los
especuladores nos clavarán sus exigencias en zonas más dolorosas de las prestaciones
sociales. El contrato único verá la luz
y así todos seremos iguales de precarios y mal pagados. Recortarán las
pensiones en aras de la sostenibilidad del sistema. Los copagos se verán
multiplicados. Las privatizaciones de cualquier servicio público rentable se
convertirán en la verdadera prioridad del gobierno. Las Sicav y las grandes empresas seguirán defraudando al
fisco sin reparos y sin consecuencias. Y poco a poco irá tomando cuerpo una idea que aun se incuba
en el programa de Ciudadanos, la Enseñanza Pública dejará de estar en manos de los funcionarios, esos malnacidos que hacen gala de independencia y se preocupan
por la calidad humana de sus programas.
¡Vivan las caenas! ¡Y que vivan muchos
años las líneas rojas!
¡¡¡Irresponsables estúpidos!!! ¡Lástima
de votos!
¡No nos representáis!
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