La situación de Grecia hoy, en vísperas
de un referéndum que es un bidón de dinamita, resulta una buena muestra de la incapacidad
de la política europea para solucionar sus problemas. Es también una buena
muestra de la vaciedad del sistema democrático en los países pobres.
Cualquiera,
medianamente informado, sabe que la
deuda griega es impagable. Tan impagable como lo era la deuda alemana en 1953,
aunque la deuda griega de hoy es una minucia comparada con aquella. Y aquella
acumulaba en su debe, además, ochenta millones de muertos sobre la faz de la
tierra y una Europa en carne viva y dividida.
El
gobierno griego sabe que la deuda de su país es impagable. Y la solución que
los socios le ofrecen es seguir aumentando esa deuda e hipotecando el futuro
del país hasta el infinito. No parece la solución más razonable.
Cualquiera
sabe, también, que la aportación de Grecia al PIB europeo es insignificante,
apenas un 2%, unos ciento ochenta mil millones de euros; el PIB de Andalucía, por
ejemplo, supera los ciento cuarenta mil millones de euros anuales. ¿Alguien
cree sinceramente que el peso económico de Andalucía en la U.E. podría poner en
peligro la estabilidad de la moneda única y la propia idea de Europa?
Yo,
tampoco.
Grecia,
si se me permite el símil, es como el alumno díscolo al que el maestro castiga
de rodillas, con los brazos en cruz y soportando un pesado diccionario en cada
mano. Grecia es como ese alumno díscolo, arrodillado en el estrado, bien
visible. El alumno que sirve de escarmiento a los demás.
Desde
ese estrado, en el que el pueblo griego, –el pueblo pobre, me refiero-,
permanece arrodillado ante los cajeros automáticos, y bien visible a los ojos de Europa, se nos está
dictando una lección terrible y clara: votad a quien queráis, pero las
políticas económicas, las únicas políticas que sirven para el diseño del
Estado, las dictamos en Bruselas y somos
la voz de los mercados financieros y la del liberalismo radical.
Quieren
al gobierno arrodillado junto al pueblo, porque eso les da tranquilidad.
Tsipras se niega y remolonea por el estrado. He ahí el problema primordial.
Para
ser justos, hay un culpable destacado en todo este proceso de descomposición
íntima de la cohesión europea por parte del capitalismo especulativo,
invasor e imperialista. La
socialdemocracia europea abandonó hace ya demasiado tiempo su representatividad
y renunció al bagaje ideológico que ayudó a refundar Europa.
Ella
es la culpable verdadera.
Han
dejado vacío un espacio imprescindible para garantizar el equilibrio.
El
culpable no es Tsipras. Ninguno de los que aspiran a ocupar ese lugar desde el
que se defiende el derecho de los pueblos es culpable. Son débiles,
sencillamente. Y la Europa jardinera se apresta a erradicar las malas yerbas
antes de que le colonicen el jardín.
Lo
que se cuece en Grecia es un golpe de Estado, cuidadosamente programado. Luego
se aireará como un fracaso estrepitoso de la izquierda radical e irresponsable y nuestro Mariano respirará
con menor dificultad y puede que concilie el sueño alguna noche.
Se confirma mientras tanto que hoy el poder politico en Europa lo ejercen las medianías incultas, salidas de las escuelas de negocio, sin idea de Historia,y sin conocimientos de geopolítica y equilibrios globales en un mundo tan lleno de tensiones peligrosas. Una de las causas de la Primera gran Guerra fue que Ruisa necesitaba salidas a los mares del Sur. Puede que ahora el agresivo Putin la encuentre sin problemas.
Y China, esa economía pujante y heterodoxa cuya proximidad resulta amenazante, tiene ya en Grecia un país desesperado, con los brazos abiertos.
Mariano no salió de una escuela de negocios, pero tampoco sabe historia.No es que lo necesite; le basta con caminar arrodillado por Europa. Sin embargo guardo en mi mente una sospecha.El castigo a Grecia es consecuencia de las últimas elecciones españolas.Una de esas alarmas histéricas que el capital ha establecido cuando su dominio recibe un varapalo ciudadano se ha encendido y repica con insistencia. El cómplice de los usureros europeos ha perdido gran parte de su poder dañino en esta España dominada. Y Europa, la Europa cínica y canalla, saca a las calles sus poderes, su dominio de los cajeros automáticos.
Europa nos avisa, nos está dando una lección inolvidable sobre la piel de Grecia.
Europa nos avisa, nos está dando una lección inolvidable sobre la piel de Grecia.
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