Hay más de mil lecturas
diferentes sobre la situación de Grecia y sobre las culpas compartidas en dicha
situación. Pero hay una lectura clara y unívoca que aflora en rincones muy
distantes de Europa y del planeta.
Esa lectura unívoca anuncia que hay un oscuro temor que
se cierne sobre los intelectuales. Habrá que aclarar que hablo de
intelectuales en su mínima expresión, hablo de gente que conoce el pasado
reciente, que no es poco; hablo de gente que conoce bien los procesos
históricos del último siglo, las razones que los ocasionaron y las
consecuencias, muchas veces dolorosas y terribles.
El euro no es un hallazgo reciente, aunque lo pueda
parecer. Ya cinco siglos, al menos, antes de nuestra era, los griegos
unificaron su moneda, -la dracma- para facilitar el comercio entre las polis.
El euro que copió aquella iniciativa razonable nos
pareció un buen invento. Quizá lo sea. Pero, a falta de otras medidas de
verdadera política europea, se ha convertido en una cárcel para mucha gente. La
moneda única en este territorio amplio, rico, productivo y consumista ha
producido infinidad de beneficios, pero lamentablemente repartidos. Y se ha
convertido en un problema para algunas naciones, porque la ausencia de una
política fiscal y de un parlamento verdadero han convertido la Unión Europea
en un lugar inhóspito. Y no solo para los griegos.
Por mucho que se empeñe el liberalismo radical que campa
a sus anchas por los medios de comunicación, Grecia está siendo maltratada. Y
me refiero al pueblo griego, porque los evasores griegos son recibidos con los
brazos abiertos por la Europa falaz y aprovechada. Grecia ha cometido errores,
como casi toda Europa, pero se les ha arrebatado su capacidad de autogobierno.
Grecia es hoy un protectorado de Alemania.
Lo repetiré, por si acaso genera alguna duda. Grecia es
un protectorado de Alemania. Las políticas impuestas a ese país proceden de
Alemania, la inflexible defensora de sus exclusivos intereses, los de sus
inversores y los de su sistema financiero.
No es solo culpa suya; hay una Europa modorra, cobarde, seguidista y servil que
la secunda.
Y ahora, definitivamente, hay un temor que se enrosca en
nuestra mente. La Unión Europea es cada vez más tecnocrática y menos
democrática. El Parlamento Europeo es una pantomima y una burla de cualquier
sistema democrático. Gobierna Bruselas siguiendo fielmente los dictados de
Alemania.
Cada vez que Alemania, ese país soberbio y con la
conciencia colectiva más cargada de culpa del planeta, intenta dominar Europa,
acaba destruyéndola. Si Alemania tiene en la cabeza un proyecto europeo,
antiguo y verdadero, se traduce en una Europa sometida a sus dictados. Hoy
seguimos viéndolo con absoluta claridad.
Y ese temor es el que acucia hoy a quien se atreve a vislumbrar nuestro futuro. La Unión Europea fue una iniciativa extraordinaria, pero la Unión Europea que Alemania maquina amenaza hundimiento y destrucción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario