Un
tipo, de nombre Ángel Gurría, que se adorna con el ostentoso cargo de
Secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), afirmó ayer que un estudiante japonés tiene el mismo nivel, al acabar
la Secundaria, que un licenciado universitario español. Y la prensa servil y
vicaria ha convertido la ocurrencia de un cínico en titular indiscutible.
El titular es lo que importa,
especialmente el titular intencionado.
Es esta OCDE la misma que saca conclusiones
de Evaluaciones interesadas que desde hace mucho tiempo evalúan competencias de
una educación sesgada por los intereses económicos que dominan nuestro mundo.
Una de las conclusiones más recientes, de este mismo curso, relacionada con la
Evaluación Pisa de las personas adultas, es que en los países de peores
resultados en dicha Evaluación era imprescindible aceptar que los sueldos
debían ser más bajos.
No hace falta indagar mucho más.
Parecen gente diferente, pero disparan desde la misma trinchera. Este país debe
aceptar que hay muchas razones objetivas para aceptar salarios miserables.
Vivimos durante los años de las vacas gordas muy por encima de nuestras
posibilidades y no sabemos hacer la o con el canuto de marras. De eso se trata,
y el mensaje de este cínico no tiene otro objetivo.
Además de cínico, resulta tener poca
memoria. Quizás, porque siendo como es de suponer un licenciado universitario,
debe andar por los niveles de un
estudiante japonés de Secundaria.
La derecha europea y
universal, la que arrebata a los pueblos los derechos conquistados, al tiempo
que los empobrece y los prepara para el sometimiento al sistema productivo
rayano en la esclavitud legalizada, esa derecha que domina la OCDE, diseñó la política
educativa que habían de seguir en el siglo XXI los gobiernos de sus socios, los países más ricos
de la tierra. Y las líneas maestras de esa política educativa
quedaron plasmadas en su cuaderno de política económica nº 13, del año 1996. No
se trata de un invento reciente, desde luego. Establecía la OCDE, ya en esas
fechas, que el mercado laboral de los países desarrollados manifestaba una
tendencia bipolar, se generarían empleos de alta cualificación tecnológica y bien
remunerados, pero en torno al 60 % de los empleos futuros sería para
trabajadores sin cualificación.
Lógicamente, ante esta perspectiva, el capitalismo se planteaba, ya en 1996, la
absoluta ineficacia económica de la masificación de las enseñanzas. Las clases
medias no sólo deben aceptar su pérdida de poder adquisitivo; habrán de aceptar
también el empobrecimiento cultural.
La estrategia política recomendada por la OCDE a los gobiernos era disminuir de
forma paulatina la dotación a la enseñanza; recomendaba no limitar el acceso a
las enseñanzas públicas, aspecto que tendría fuerte contestación social, sino
ir bajando gradualmente la calidad de la misma mediante el aumento de las
ratios escolares, el aumento de las horas de dedicación del profesorado, la
supresión de programas costosos de atención a la diversidad, la selección
temprana del alumnado cuyo destino debería ser engrosar esos empleos de baja
cualificación, y, al tiempo, aumentar las exigencias económicas en las
matriculas de la Universidades e ir disminuyendo la cantidad destinada a
las becas.
Lo que está haciendo el gobierno del Partido Popular paso por paso. Dejé constancia de esto en la entrada
de este blog “Wert ha plagiado su reforma educativa”. Yo, un pobre licenciado español,
aun conservo buena parte de mi memoria.
¿Es esta OCDE la que ahora pretende
darnos lecciones morales sobre la calidad de nuestra enseñanza, o nos la habrán
cambiado…?
Por otro lado, ¿qué horizonte contempla hoy en este país cualquier aspirante a lograr una titulación? Solo siete de cada cien titulados universitarios españoles
tienen un empleo acorde con su cualificación profesional. Baste la muestra del Tribunal
de Cuentas, donde se valoran infinitamente más los lazos de sangre que los títulos. Para el otro noventa y tres por ciento el horizonte es paro, subempleo, o emigración.
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