La derecha política, es decir, la derecha económica que busca administrar los
poderes del Estado en su propio beneficio, es también una enemiga declarada del
Estado en su vertiente social, la que presta servicios que palien en parte las
desigualdades que genera el capitalismo.
La
primera obligación de un político de derechas cuando alcanza el poder de
legislar es bajar los impuestos. Y, a veces, hasta la gente pobre lo celebra y
lo agradece.
Bien
por la derecha que nos baja los impuestos. Porque el Estado nos roba con
impuestos el sudor de la frente.
La mentira o la verdad a medias generan hoy
rendimientos netos extraordinarios en el ámbito político. Cuando la derecha
baja impuestos a los pobres es como cuando les sube las pensiones a los
pensionistas. En ningún caso lo perciben los bolsillos de los afectados. Las
bajadas de impuestos de la derecha solo las perciben los ricos. Solo a ellos se
los baja de verdad
Y
cuando la derecha baja impuestos, se resiente el Estado y se resienten los
servicios que el Estado nos debe devolver por los impuestos que pagamos.
Y
se resienten los servicios de aquellos que más lo necesitan.
Mirad
el caso inglés que aún sangra en los titulares de prensa de media Europa. Theresa
May, la discípula pazguata de aquella Thacher que tanta paz haya como olvido
merece, ha hecho una propuesta demencial en su programa político.
En
cuatro días los votantes dirán algo al respecto, pero el votante a veces acepta
una propuesta criminal si con ello cree que pone a salvo su pellejo.
Theresa
May ha propuesto lo que se ha bautizado
en el Reino Unido como un impuesto a la demencia. Consiste en un copago
sanitario que deben afrontar en exclusiva los jubilados. Esas personas deben
hacer frente a sus necesidades sanitarias con sus propios recursos, aunque tengan que hipotecar sus
domicilios para ello. La otra opción es no recibir la atención que su salud
precisa.
El
impuesto será mucho mayor si la persona anciana ha de recibir asistencia
sanitaria en su propio domicilio, personas dependientes con movilidad reducida o afectadas por enfermedades mentales sin
remedio, como el alzhéimer o la demencia senil. De ahí el nombre con que su
propuesta ha sido recibida.
La
derecha política ha de hacer propuestas como esta, contra los más desvalidos y
necesitados, cuando no le cuadran los números. Las necesidades sin cubrir le
importan un bledo. Veréis el grado de radicalización ideológica en el aumento
progresivo de desprecio a los servicios públicos, en la descalificación de los
dependientes, en la proclamación a voz en grito de que cada uno tiene derecho a
los servicios que pueda costear.
El
punto más nocivo de esta ideología establece como únicos servicios que el
Estado debiera atender un cuerpo de policía, los jueces y el ejército. Aquellos
servicios que sirven para defendernos de los otros.
Todo
lo demás es superfluo, gasto inútil del Estado que se destina a mantener
gorrones, perezosos, gente acomodaticia
y sin ambición que no se esfuerza en cuidar de sí misma, y que vive a costa de
lo que el Estado roba a la gente creadora de riqueza mediante los impuestos,
para conseguir votos.
Id
a besar la mano que os baja los impuestos, es la misma que os deja sin la
protección que nos debe el Estado, la misma que propone abandonar a los viejos
improductivos a su suerte.
Sin
un Estado con proyección social, la mayor parte de nosotros acabaremos
mendigando o buscando alimento en los contenedores de basura, el mismo destino
de los viejos inútiles en Bangladesh, el modelo hacia el que tiende la Europa del
mercado, que nada tiene que ver con la Europa de los pueblos.
Pero
nos encanta que nos bajen los impuestos. Y secundamos campañas en la red,
porque creemos en la historia bíblica de un maná que cayó del cielo.
Como el
burro de la noria, felizmente protegido por el antifaz orejero, nada vemos de
lo que sucede alrededor.
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