Creo
que fue el poeta romano Juvenal que
vivió en los albores del Imperio romano (60 - 128 de nuestra era), el que acuñó en sus Sátiras la expresión más que conocida de
“panem et circenses”. Hacía referencia con esa frase que ha hecho historia, por
resultar aplicable a tantas otras situaciones parecidas, a la situación
política y moral de aquella monarquía absoluta en la que el pueblo, que tan
activo políticamente se había manifestado durante la república, en los días que
refleja en su obra “se continet atque duas res
anxius optat: panem et circenses”,
o dicho en nuestra lengua, “se mantiene al margen y solo desea con avidez dos
cosas: pan y espectáculos.
Como instrumento político para
mantener en calma a la masa que ya había dado sobradas muestras durante la República de su capacidad para la subversión de situaciones legales
desfavorables, el imperio, en momentos de escasez, recurrió al reparto gratuito
de alimento (pan, sobre todo) y a mantener a la gente distraída con los
espectáculos en el circo (carreras de bigas o de cuadrigas), o en el anfiteatro
(luchas de gladiadores entre sí, o lucha de gladiadores contra fieras traídas
de los confines del Imperio). Y los días de juegos eran festivos.
La fórmula debió resultar un
hallazgo, porque hay periodos del imperio en el que se contabilizan hasta
doscientos cincuenta días festivos en el mismo año natural; una feria interminable, para evitar levantamientos
y algaradas de la masa hambrienta y sin trabajo. En aquellos días la esclavitud
era legal, sin necesidad de reformas laborales que enmascararan su existencia
legítima. Los asalariados libres debían soportar una dura competencia.
Así que el “circo” como maniobra de
distracción quedó ya en los anales y en los manuales de supervivencia política
en tiempos de escasez y de políticos de discutible legitimidad moral.
El título de esta entrada “sine
pane” hace referencia a que, incluso sin pan, tan escaso y tan difícil de
conseguir a pesar del triunfalismo de este gobierno mentiroso y de sus
cacareados presupuestos de la recuperación, el circo resulta hoy de una
utilidad indiscutible. Y en tiempos en que el pan escasea, el circo político
cuida mucho su oferta. Tiene tantas manifestaciones que sería empresa soberbia
querer abarcar su rica variedad. Creo que me concentraré muy brevemente en una
sola.
Caja Madrid, hoy Bankia, era hace
diez años más o menos una institución financiera prudentemente gestionada, con
muchos millones de clientes; una columna firme
del sistema financiero del país; como tantas otras instituciones,
destinada a gestionar prudentemente los ahorros de las clases medias.
En estas que llegó el generalito
Aznar y mandó parar. Con oscuras maniobras políticas a las que no son ajenos
sindicatos de larga trayectoria en la defensa de los obreros, y con no menos
oscuras intenciones, colocó al frente en aquella institución a un amiguete de
la infancia, sin otro historial profesional que un poco distinguido trabajo como asesor
fiscal. Hoy ya conocemos de sobra la elevada cualificación del señor Blesa para
acometer desmanes que han provocado un agujero financiero, -y el consiguiente
rescate-, de veintidós mil millones de euros.
Se dice pronto.
En ese historial de desafueros hay
que contabilizar préstamos a fondo perdido al partido del patrón para afrontar
campañas, préstamos a los gerifaltes del partido del patrón a interés cero, y
la financiación sin resistencia de caprichos megalómanos de algún dirigente del
partido del patrón. Así son las cosas. Las Cajas de Ahorro se convirtieron en
instrumentos políticos de cualquiera de los muchos patronos provincianos,
miserables, ególatras de mano alargada y conciencia lasa, que pululaban y
pululan por la España condenada a repetirse a sí misma en las maneras políticas
de la Restauración, pura apariencia, decorado de cartón piedra poblado por
caciques; caciques perfumados de modernidad, viajados, incluso cultivados
algunos en universidades de prestigio. Caciques de nuevo cuño. Gente oportunista,
logrera, bajuna, que se arrima al poder y la cosa pública para salir de allí
con la vida resuelta. El Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid así lo
ha proclamado.
Hoy en el circo que nos han montado
para mantenernos distraídos mientras aprueban los presupuestos de la
recuperación que santifican el presente miserable y condenan al país a un
futuro incierto y amenazador, han arrojado a la arena mediática a los caídos en
desgracia, a los cómplices infiltrados en los equipos de gestión, imprescindibles
para el saqueo, y a los asistentes al convite, convidados de piedra comprados
con el dinero de todos, cuya única finalidad era dar la sensación de una gestión
democrática en un festín de fieras.
Bien está que paguen sus
complicidades, su colaboración necesaria en el desmantelamiento de una
institución financiera cuyo rescate estamos pagando entre todos. Pero esos
quince millones que saquearon con la desvergüenza y la sensación de impunidad
que acompaña desde siempre a los caciques de medio pelo no habrían hecho
necesario ese rescate multimillonario.
En su afán de mantenernos
expectantes, los muñidores del escándalo
que aprovechan el momento para
autoproclamarse los paladines de la regeneración, van filtrando de forma
programada las miserias privadas de los saqueadores que nadie controlaba. Ahora
sabemos cuánto gastaba uno de ellos en sus propios restaurantes cada día, a qué
hora de la jornada laboral entraba otro en hoteles de lujo para descabezar un
sueñecito, cuántas copas se tomaba otro a diario en tabernas de lujo, qué
gustos adornaban a alguno sobre prendas íntimas para su estímulo amatorio, qué
joyas regalaban, qué cenaban en casa en Navidad… ¡Basura! ¡Circo puro! ¡Carnaza
para fieras!
Es lo que tiene el circo; que pone
ante los ojos de la masa un espectáculo sangriento para ocultar los crímenes
grandiosos, los que se gestan en los
despachos exclusivos a los que solo el poder exclusivo tiene acceso.
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